martes, 3 de noviembre de 2009

DETRÁS DE MICRÓFONOS.

IR A ASOMARSE AL BARRIO DE AL LADO. 2da parte. Por Almendra Orozco.

No sabía cómo empezar con la tarea, qué preguntar, cómo elegir a mis informantes... pero sobre todo no quería faltarles al respeto o caer en los típicos clichés. Así que temerosa como estaba, grabadora en mano me aproximé a la primera señora que apareció ante mi vista; de unos 70 años, claramente indígena, delgadísima de piel curtida y morena con pelo largo, estaba sentada a la entrada de una casita de simulados tabiques azules tejiendo una canastilla.

Me devolvió el saludo, pero más temerosa ella que yo, me contestó entrecortadamente palabras sueltas, medio en español medio en su lengua natal... mascullaba una especie de mixte-ñol, todo esto sin dejar de tejer rápidamente. Logré captar algunas frases, como el que venía de Oaxaca, que no sabía español, que vendía sus canastillas donde podía. Pero entonces decidió hablarle a alguien dentro de la casita anunciándome que ella me podría ayudar ya que entendía mejor el español... “dice que no sabe...” fue la respuesta con la que volvió del interior. La última pregunta que me hizo cuando ya me marchaba fue que de dónde era yo. La verdad es que en ese momento no sabía qué contestarle, me sentía extranjera a 3 cuadras de mi casa.

Me interné por uno de los pasillos-calle tratando de perder el miedo en busca de alguien más. Casi la misma escena se repitió, una señora un tanto más joven, morena y tejiendo canastillas a la entrada de su casa. Al lado una joven llenaba una cubeta y lavaba algo en cuclillas. Pregunté si podría charlar con ella, si entendía español... la joven en un español mucho mejor al que me enfrenté en el primer intento, me indicó que le preguntara a la señora, que si entendía. Pero su marcado acento mixteco me impedía entenderle del todo, además de su ínfimo nivel de voz. Algo me contaba sobre su otra vida, allá en Oaxaca antes de venir a esta ciudad: que allá no venden, no hay trabajo, vino con su familia hace 35 años... Entonces una voz masculina cortó el ruido de gallinas de fondo. De la casa de enfrente, un joven de unos 20 años parecía que la reprendía, aunque podría ser el tono y ritmo normal de hablar el mixteco. No supe lo que le dijo, pero la señora se levantó del banquillo sobre el que estaba trabajando y se internó en la oscuridad tras el umbral.






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