viernes, 16 de octubre de 2009

DETRÁS DE MICRÓFONOS.

IR A LA AVENTURA SIEMPRE TIENE SUS ENCANTOS. La última y nos vamos... Por Almendra Orozco.

Salí de esa plaza sin ánimos de buscar a nadie más sentado en ella, y también para que el hombre con la corcholata verde en sus manos no pensara que había mentido al decirle que me tenía que ir en vez de quedarme escuchándolo.

Ya eran cerca de las 10:30, crucé la calle y sentado en uno de los bancos de un puesto de tortas ahogadas en contra esquina de la plaza, divisé a un hombre con las características señaladas, quien platicaba de buen ánimo con otros dos hombres gordos.
Volví a recibir aquella primer respuesta de “yo no me acuerdo” pero me dieron indicaciones sobre cómo y dónde conseguir a un buen testigo que me pudiera narrar con lujo de detalles esos locos años 60: la de los zarapes…



Me dieron las señas para llegar al lugar: una casita con cancelito bajo y una fuente a la entrada.

Di con el sitio señalado, y me dispuse a timbrar esperanzada que sería mi última parada y que quizá descubriría una especie de hilo negro de la historia.
Nada.

Timbré en los dos artefactos que sobresalían de la pared. Las ventanas con las cortinas corridas, y la puerta del segundo piso abierta de par en par, me hacían pensar que sí se encontraban sus habitantes, pero nada. Un perro ladrando desde el interior, cada vez que oprimía el artefacto que hacía sonar una chicharra dentro, su ladrido ronco me hacía imaginar su raza: un labrador.
Timbré cerca de 15 veces. Crucé la calle para tener más perspectiva de la casa y pregunté a un hombre recargado bajo una ventana si conocía la familia o si tenía idea de si se encontraban o acaso si volverían.
Me afirmó que aunque había salido el señor, ahí estaba de seguro doña Luz, que siguiera intentado. Volví a la lucha dedo-timbre que había interrumpido, y después decidí atacar el buzón con mi llavero, tras lo cual una sombra apareció en el umbral de la puerta del segundo piso.

En una habitación prácticamente tapizada del rostro de Elvis Presley, estuve cerca de 2 horas charlando con María de la Luz Mendoza Lupercio, quien tímidamente me proporcionó datos interesantísimos sobre su propia juventud; sobre la conformación del grupo Los vikingos, la mayoría amigos de ella; y sobre cuál había sido su contacto o participación con este grupo. Me mostró fotos, libros, listas de nombres… total, cerraba mi aventura con un éxito total. Le agradezco haberme recibido en su casa y haberme dado su tiempo y anécdotas.

Este es el comienzo de esa charla, el resto se utilizó durante las transmisiones en vivo...

1 comentario:

  1. Felicidades, Almendra.
    Tu columna de "Detrás de Micrófonos" sobre el tema de la guerrilla urbana me pareció muy buena.
    un abrazo,
    Aristarco

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