jueves, 8 de octubre de 2009

DETRÁS DE MICRÓFONOS

Ir a la aventura siempre tiene sus encantos... 1er intento. Por Almendra Orozco.

Arribé al barrio de San Andrés a eso de las 8 de la mañana, después de dar un paseo por la unidad que ocupa el espacio donde estuviera el Penal de Oblatos, comencé a caminar por la calle de Gigantes, en dirección a la plaza principal del barrio. En el camino, me detuve en un templo, con la intención de ir entrevistando a los que me encontrara en el trayecto, de manera que se fuera dibujando la historia de los vikingos y el barrio de San Andrés, centro de sus actividades, a través de las versiones de los barrios circunvecinos.

Mientras estaba observando el templo del Señor de la misericordia, en la esquina de Obregón y Rivas Guillén, entró una viejecilla, que al pasar a mi lado me sonrió muy amable haciendo una inclinación de cabeza. Tomó asiento en una de las bancas de la derecha, y luego de unos segundos se puso nuevamente de pie y se dirigió hacia mi. Parada a mi lado comenzó a decirme que ella conocía a todos ahí, que tenía 50 años viniendo al mismo templo todos los días.
¡Yo lo tomé como una señal divina! mientras contemplaba los murales del viacrucis, pensé “¡¡he aquí mi primer entrevista!!"

La invité a sentarse conmigo para poder platicar un poquito con ella, a lo que accedió gustosa, pero conforme hablábamos me di cuenta que no sería la primera persona de quién pudiera sacar información, al menos sobre el tema que necesitaba. Comenzó por contarme que ella había llegado a Guadalajara en época de cristeros, se había establecido en el barrio con su hermana, quién había muerto hace poco; y no paraba de decirme que ahora estaba sola y le dolía todo, que no había tenido hijos, aunque no por falta de pretendientes, porque sí que la habían buscado, pero les había dicho a todos que no, y ahora le dolía todo.Guardé mi grabadora, le di las gracias, me persigné y le desee suerte mientras salía del templo...

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